El pasado 28 de mayo el Real Madrid culminó en París una temporada de ensueño logrando su decimocuarta Champions League.
He de reconocer que nadie daba un duro por este Real Madrid, ni los más optimistas soñábamos con un temporada así y más sin el fichaje de Mbappé. Pero sin embargo, una vez más se ha demostrado que tenía razón aquella frase de don Alfredo Di Stéfano que podemos leer antes de saltar al césped del Bernabéu: "ningún jugador es mejor que todos juntos". Y ésta ha sido la receta que el sabio Ancelotti ha sabido transmitir a los suyos. El ambiente que se ha respirado en el vestuario este año ha sido de los mejores de la historia blanca y esa es la clave del éxito.
Quedarán para la historia esas remontadas épicas en el Santiago Bernabéu, cuando todo parecía ya perdido. Entonces aparece la fe de un equipo que nunca se rinde y qué es capaz en menos que canta un gallo de dar la vuelta a una eliminatoria. ¡Vaya octavos, cuartos y semifinales que nos habéis hecho pasar! Nunca lo olvidaremos, mis vecinos saben ya donde vive un madridista. El Bernabéu ha quedado ya como lugar de peregrinación para aquellos que quieran recuperar la fe. Sí, amigos, los milagros existen y en ocasiones es el milagro el que provoca mi fe y en otras es nuestra fe la que provoca el milagro.
Pero ahora faltaba culminar la temporada y nada más y nada menos que contra el todopoderoso Liverpool de Jürgen Klopp. Todo el mundo daba, ¡como no!, favorito a los Reds pero nuevamente la fe y la grandeza del mejor equipo de Europa pudo con los millones y la exquisitez del fútbol inglés. ¡Enhorabuena campeones, sois los mejores! ¡Hala Madrid!.
Jesús Cerrato Merino
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